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Una visión de Emboscados
Por José Manuel Martín Portales
A los conocedores de la extensa y densa obra de Amancio
Prada no va a sorprender Emboscados, su última producción. En perfecta sintonía
con el hondo sentido poético de su experiencia personal, este texto, pleno de madurez,
alcanza la altura de una verdadera intuición esencial sobre el propio destino. El hecho
de que Amancio Prada no se haya prodigado en cantar textos propios es un dato más de su
coherencia poética: el sagrado respeto a la "honda palpitación del espíritu"
de la que hablaba Machado, le ha permitido el silencio que requiere la auténtica
gestación. Por eso Emboscados nace con la libertad de la fruta madura que cae por
su propio peso, incontenible y verdadera, sin urgencias y sin explicaciones. Más que a un
proyecto artístico, responde a una urgencia del ser (si es que pueden diferenciarse ambas
cosas en el poeta leonés). Es el vislumbre de la totalidad de la experiencia profunda,
encarnado en un discurso de envergadura clásica capaz de transparentar las arcanas luces
del alma.
Si esto es así, y así lo creo, Emboscados encierra una definición del ser
poético. Será fundamental, por tanto, diversificar los análisis de la obra, cosa que
sólo el paso del tiempo ha de permitir. De momento, por mi parte, sirvan estas notas, sin
más, de aproximación a la cuestión del sentido.
Emboscados me parece un poema de "pleno sentido", es decir, coherente y
compacto: todos los elementos simbólicos se relacionan y potencian entre sí, creando un
mundo que se explica a sí mismo y por sí mismo, aunque cada cual entenderá una historia
diferente precisamente por su carácter simbólico. Voy ha intentar ceńirme al texto
concreto, no para analizarlo literariamente ni para hacer una glosa de él, sino para
reflexionar sobre el sentido poético de la historia que se narra.
El primer movimiento, que comienza con la llegada de unos extrańos personajes que
preguntan a una mujeres por un manantial (ellas no saben responder pero se ofrecen a sí
mismas), deja planteada la situación "misteriosa" de todo el canto. El marco de
ese misterio, que es el marco de la comprensión poética, se configura, a mi entender, a
través de dos evidencias: la abolición del tiempo (żcuándo es mańana? Nadie sabe.
) y la abolición del espacio (es inútil mirar afuera). También deja
planteado este primer movimiento la dialéctica fundamental que se va ha desarrollar entre
los personajes: el hombre (en pos de lo inconcreto o indefinible) y la mujer
(continuamente empeńada en concretar y definir la realidad, hasta el punto de ofrecerse
como realidad en sí misma).
Si el primer movimiento deja bien clara la abolición del espacio (es inútil mirar
afuera), el segundo, consecuentemente, significa un paso de interiorización. Si no es
útil mirar afuera, hay que mirar adentro (voz interior). Cada soldado llevaba una
canción (una conciencia de sí mismo) y a través de ella podemos vislumbrar algo de
su identidad. Esa conciencia está reflejada en la canción que uno de ellos, el más
joven (el más puro) y taciturno (más concentrado en sí), por tanto, es una conciencia
paradigmática. La canción Polvo molido... melancolía esconde las seńas
de identidad de la conciencia de los emboscados. Sus versos pueden delatar lo siguiente:
rayo encendido sobre mi alma inquietud
la luna clara, sagrada noche sosiego, confianza
lejana estrella de un solo día lo inalcanzable
dulce tristeza, melancolía lo
perdido
Si esto es así, los emboscados manifiestan una conciencia sometida a
los contrarios, tensada en función de evidencias encontradas: inquietud/sosiego; lo
inalcanzable/lo perdido. Por tanto, la búsqueda que llevan a cabo está impulsada por
este juego dramático interior que busca una síntesis de paz y claridad. Aunque cada cual
lleve su canción (su conciencia de sí) hay un estribillo común a todos que pone de
manifiesto un "carácter" común: que mi justicia sea la de los fuertes / que
mi fuerza sea la de los justos viene a revelar la "dignidad" y la
"honestidad" de estos hombres misteriosos. Es decir, buscan algo en plena
coherencia con su destino, no movidos por intereses egoístas.
El tercer movimiento, a mi juicio, viene a definir el "impulso profundo del
ser". El galopar de unos caballos en el pecho es una imagen bellísima
de ese impulso incontenible hacia lo esencial del propio destino. El emboscado no ha
tenido más remedio que obedecer a ese extrańo poder interior que lo saca de sí mismo,
arrebatadamente, en busca de sí mismo, y que tiene como primera consecuencia el desatarse
de la ligadura del padre, símbolo evidente de la dependencia. Se vuelve a subrayar la
honestidad del individuo (a través del estribillo repetido) que hace ver que esa
búsqueda no es ningún capricho de juventud, y aparece el magnífico símbolo de la luz
que siembra dudas, porque es una luz-revelación, que saca al hombre de su sitio antiguo
de seguridades y lo lanza a la aventura de encontrarse a sí mismo en un territorio
necesariamente desconocido y misterioso.
El desarraigo que se produce con la despedida del padre se completa con las sucesivas
imágenes del cuarto movimiento. Ahora aparece claramente que esa despedida es una
despedida "global" con todo el mundo antes existente, es decir: con la madre y
con la infancia-adolescencia. El cuarto movimiento, construido bellísimamente como una
oración, viene a significar, según creo, la profunda soledad del que "sale" de
la adolescencia y comienza a echar en falta las antiguas consistencias de la madre y los
amores que tuvo. Es inevitable partir porque alguien me espera (tal vez yo mismo)
aunque ni siquiera sea importante saber quién, sino lo que esa intuición produce en mi
interior. La visión de la muerte -quintaesencia de la soledad- y el potente símbolo del
pájaro solitario refuerzan esta idea de que, a partir de ahora, el emboscado sólo se
tiene a sí mismo. Y contrapuesto a la idea de soledad radical aparece el símbolo de la
plenitud buscada. Lo que se busca, lejos de las antiguas seguridades, es un lugar donde
sea posible cumplir el destino, desterrar la mediocridad. Esto viene a significar el
romance de la garza: se queja de que nunca le dejan gozar de la altura, de que no paran de
asediarla. Es decir: la plenitud (que la dejen), o la muerte (que la maten), pero nunca
conformarse con el término medio. Soledad/plenitud es la dialéctica poética de este
cuarto movimiento.
Pero creo que la dialéctica más importante es aquélla que se produce entre
hombre-mujer. Por eso quizá, el quinto movimiento concede el protagonismo a la mujer
planteando su experiencia, que también es una experiencia de soledad, pero de signo
distinto. La mujer encarna lo concreto y lo real frente a lo misterioso o indefinido del
hombre. Parece que la mujer no necesita salir de sí misma, quizá porque tiene una mayor
conciencia de su propio destino. La mujer es más sabia que el hombre y tiene un sentido
de su instalación en el mundo mucho más definido (quizá porque está emparentado con la
naturaleza directamente gracias a su capacidad de gestar). Por eso si en el hombre se
advierte la "sed de conocimiento", la mujer o las mujeres del poema parecen
subrayar "la contemplación". La experiencia de soledad de la mujer queda, pues,
definida en palabras de "vacío", de algo no completo; pero ella sabe
perfectamente lo que le falta. Si el hombre necesita un "sueńo", la mujer ha
sido capaz de concretar su sueńo (que se cumple en la "relación" de amor con
el hombre). Por tanto, la soledad-real-vacío se configura en ella en contrarios bien
definidos (memoria /deseo; alegría / tormento) , que manifiestan, sin más, la
tensión de la espera. Este quinto movimiento cierra el primer ciclo del poema. Ya están
planteadas las cuestiones fundamentales.
El sexto movimiento supone el replanteamiento de las preguntas básicas del drama, que
sirve de puente y prepara la "radicalización" efectuada en los últimos
movimientos. El narrador explicita las preguntas implícitas, que se concentran en una:
żqué quieren o qué buscan los emboscados? Las posibilidades de solución que se
plantean advierten que lo que se va a producir no es exactamente un "desenlace"
sino algo así como una radicalización, un entrar más adentro en la búsqueda de estos
hombres. La cuestión más interesante es que estos soldados -o lo que sean- no aparecen
como "emboscados ante los demás, sino como "emboscadas" ante sí mismos,
es decir, un tanto ignorantes de su propia identidad, que es la que andan buscando. Por
tanto, la pregunta no es ya "qué buscan", sino "quiénes son".
żQuiénes son estos hombres que se buscan a sí mismos con una pasión más fuerte que el
amor?. Yo diría que son los poetas, y que todo el canto está orientado a definir la
propia experiencia poética: como decía Neruda, "no buscamos el misterio; somos el
misterio".
Y esa radicalización viene definida, en el séptimo movimiento, por dos elementos
fundamentales que son esenciales en el poema y creo que suponen el mayor acierto poético
del mismo: se consuma la despedida de los emboscados con las mujeres y aparece la
dialéctica más honda: de un lado aparece por primera vez el concepto de Dios (como si el
deseo de los hombres quedase subrayado en su misma complejidad misteriosa), y de otro
aparece la desesperación de las mujeres que ahora, ya sin rodeos, se definen como
Ofrealidad" ( "somos" la sal ... y el manantial. . . , la
herida y el bálsamo). Por tanto, la dialéctica ya no es hombre-mujer, sino
Dios-mujer. Dios como quintaesencia del deseo del hombre. La mujer como quintaesencia de
lo real. No ha cambiado, por tanto, el planteamiento inicial del poema, pero se ha
radicalizado poéticamente. Esta radicalización puede entenderse como un paso de la
existencia a la esencia. El poema ha sufrido una cala en profundidad, en un territorio
más hondo que al principio, aunque no nos hayamos movido del mismo sitio.
Consumada, pues, la despedida esencial, el último movimiento es poéticamente el más
trascendente y comprometido. No está sólo en juego la búsqueda de estos hombres
misteriosos (el sentido de la búsqueda), sino la capacidad poética del autor para no
manipular su propia obra y dejarla concluir según el impulso poético inicial. Lo que
más me ha impresionado de la obra ha sido precisamente la resolución del drama, que
potencia y densifica toda la historia narrada hasta el momento.
Los emboscado, que se adentraron en el bosque (dentro de sí mismos) buscando el lugar
mágico donde fundar su identidad plena, encuentran "oculto" y en el
"centro" (imágenes muy místicas) el "templo". El templo, pues,
aparece como la quintaesencia del bosque mismo, como lo más hondo de lo hondo, lo más
oculto de lo oculto. Y que sea un templo (y no unas ruinas, o una ciudad, o cualquier otro
símbolo) quiere decir, a mi entender, en perfecta coherencia con el resto del poema, que
lo que descubren los emboscados es "lo sagrado". Y eso es así no sólo porque
sea un templo lo que encuentran, sino porque está "inacabado" (inacabado como
ellos mismos). 'El templo no terminado sintoniza exactamente con vuestro final no está
escrito que le revela el poema un tanto cabalístico (en espiral) que encuentran
escrito en la piedra (símbolo, además, de que está escrito así ti para siempre").
La imagen es bellísima. Por tanto lo que encuentran los emboscados no es exactamente el
lugar que sońaban (como "lugar"), sino que su búsqueda "es sagrada"
y "no tiene fin". Estas dos revelaciones proyectan sobre el interior de los
hombres la idea de la trascendencia-eternidad de su propia historia. El camino interior
realizado hasta encontrar ese núcleo-alma-casa de Dios-sí mismo, o como quiera
llamársele, no concluye en estricto sentido, sino que adquiere a partir de ahora la
dimensión definitiva: han descubierto que el impulso del ser (los caballos en el
pecho) conduce a lo sagrado, y que lo sagrado no era, en si un lugar donde morar, sino
el propio impulso del ser. Por eso, poner a salvo el tesoro de nuestros suefios significa
seguir creyendo en el camino inagotable del ser, que a partir de ahora entra en un estado
de mayor sosiego existencial justo por haber alcanzado una mayor conciencia de sí.
Antes de que el canto se cierre con la vuelta a las preguntas esenciales que vuelve a
lanzar la realidad-existencia encarnada en las mujeres, la estrofa Sueńo con el mar viene
a revelar un imperativo de la conciencia que pretende encontrar, como diría Cerezo
Galán, el ultrasentido de la existencia. "Sueńa con el mar" es la condición
del conocimiento, la posibilidad de la comprensión. El mar es el lugar de la cita
posible, el lugar -no físico- del encuentro, porque el mar simboliza la totalidad del
misterio (de ellos y de ellas), desde cuya inmensidad pueden los seres heterogéneos
superar sus paradojas y entenderse. Pero este recurso a la metafísica, inteligentemente
colocado como penúltimo paisaje, no es concluyente. Porque, en rigor, nada ha cambiado en
el plano de la existencia. El requerimiento a que "vuelvan" sigue siendo
urgente, es la llamada imperiosa de la realidad; el mańana sigue sin conocerse... porque
la asunción de la vida como misterio-sagrado convierte toda realidad en una aporía y no
es posible definir de forma concluyente el grado de relación que va a establecerse con
ella.
Es evidente que todo lo dicho es una reducción del poema. Emboscados es mucho
más. Pertenece a la gran poesía, y estoy convencido de que se irá enriqueciendo al paso
del tiempo, con los sucesivos sentidos que le den los oyentes y con la propia experiencia
en el escenario. Amancio Prada ha destapado el tarro de las esencias. Su único
inconveniente es que le ha tocado un tiempo difícil, que prefiere traficar con bisutería
a quedarse con la perla y venderlo todo. Pero esta "incongruencia" forma parte
de los clásicos.
José Manuel Martín Portales
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