Por Juan Carlos Mestre

Y la noche fue entonces un bosque de estrellas, un camino de luz hacia el lugar sagrado de la memoria, el ámbito donde da comienzo el viaje iniciático de Amancio Prada a través de los mapas de la melancolía. El poeta, el oído del alma del poeta, ha escuchado el ruido de las ramas tronchadas, el galope de los caballos en la espesura, la voz de los emboscados alrededor de las remotas ceremonias del fuego. Sus ojos han visto la oscuridad y la tormenta, la herida del rayo que ilumina el camino a los errantes, aquellos que enloquecieron en la contemplación de una triste belleza: la esperanza de quienes aguardan el regreso repitiendo ante los astros la palabra mañana.

El caminante, aquel que une su voz a la caravana de voces, ha entrado en el bosque, en el eco infinito de las raíces que cantan debajo de la tierra la pasión de los hombres. Como un coro invisible que vaga por los profundos valles del corazón, más allá del amor y del tiempo, más allá de la soledad y la muerte, Amancio Prada convoca en el vértigo turbador de su voz en el aire el cántico de todos los que imaginan, en la promesa del alba, la realidad de los sueños.

Son los Emboscados, los viajeros perpetuos por los caminos ceremoniales del recuerdo, de una memoria tan lejana como presentida en el instante sin tiempo del mito, de la conmovedora plegaria del regreso, de una leyenda donde los soldados cruzan la historia en busca de un amor misterioso, más aún, de una promesa que nada tiene que ver con el poder de la espada, ni con el horror de la guerra, sino con la dignidad melancólica de la contemplación, de la espera amorosa bajo los lechos de hierba de la luna.

Amancio Prada extiende ante nosotros una conmovedora plegaria de diferencia y justicia, una épica sin otra bandera que la sensibilidad y la emoción que mana de las altas rocas de la poesía. Los caminantes, los viajeros, los soldados de su saga, obedecen una cosmogonía regida por el canon de las estrellas, por la certeza del destino que a través de la noche conducirá a los hombres hasta la límpida claridad de la mañana. En su bosque de música suena la armonía del pájaro solitario, de la garza mística, la oración de la lluvia. Contra la desventura y el olvido, el poeta eleva el cáliz encendido de la alegría del amor y el estambre del pensamiento de los justos.

Mas no hay desolación ni ruina en este mundo poblado de prodigios, nubes, árboles de oro, sino la conmovedora certeza de quien sabe que la niebla del espíritu es una fuente de agua en las manos de todos los hombres. Los que prometieron volver cumplen la profecía utópica del calor y el abrazo, es la hora de las mujeres que lavan en el río un secreto ardiente, el hilo de hielo y lumbre de una profecía hermosa. La voz de Amancio Prada, como el suave viento en que son libres los pájaros, pasa las hojas del gran libro en que leen los dioses los milagros, puros e intactos, de la creación. De sus palabras manan las luces malvas del crepúsculo, los fugaces cometas cuya ilusión nos ayuda a vivir, la claridad de los que ya para siempre sentirán la vida como un galopar de caballos en el pecho.

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| UNA VISIÓN DE EMBOSCADOS |

Una visión de Emboscados

Por José Manuel Martín Portales A los conocedores de la extensa y densa obra de Amancio Prada no va a sorprender Emboscados, su última producción. En perfecta sintonía con el hondo sentido poético de su experiencia personal, este texto, pleno de madurez, alcanza la altura de una verdadera intuición esencial sobre el propio destino. El hecho de que Amancio Prada no se haya prodigado en cantar textos propios es un dato más de su coherencia poética: el sagrado respeto a la "honda palpitación del espíritu" de la que hablaba Machado, le ha permitido el silencio que requiere la auténtica gestación. Por eso Emboscados nace con la libertad de la fruta madura que cae por su propio peso, incontenible y verdadera, sin urgencias y sin explicaciones. Más que a un proyecto artístico, responde a una urgencia del ser (si es que pueden diferenciarse ambas cosas en el poeta leonés). Es el vislumbre de la totalidad de la experiencia profunda, encarnado en un discurso de envergadura clásica capaz de transparentar las arcanas luces del alma. Si esto es así, y así lo creo, Emboscados encierra una definición del ser poético. Será fundamental, por tanto, diversificar los análisis de la obra, cosa que sólo el paso del tiempo ha de permitir. De momento, por mi parte, sirvan estas notas, sin más, de aproximación a la cuestión del sentido. Emboscados me parece un poema de "pleno sentido", es decir, coherente y compacto: todos los elementos simbólicos se relacionan y potencian entre sí, creando un mundo que se explica a sí mismo y por sí mismo, aunque cada cual entenderá una historia diferente precisamente por su carácter simbólico. Voy ha intentar ceńirme al texto concreto, no para analizarlo literariamente ni para hacer una glosa de él, sino para reflexionar sobre el sentido poético de la historia que se narra. El primer movimiento, que comienza con la llegada de unos extrańos personajes que preguntan a una mujeres por un manantial (ellas no saben responder pero se ofrecen a sí mismas), deja planteada la situación "misteriosa" de todo el canto. El marco de ese misterio, que es el marco de la comprensión poética, se configura, a mi entender, a través de dos evidencias: la abolición del tiempo (żcuándo es mańana? Nadie sabe. ) y la abolición del espacio (es inútil mirar afuera). También deja planteado este primer movimiento la dialéctica fundamental que se va ha desarrollar entre los personajes: el hombre (en pos de lo inconcreto o indefinible) y la mujer (continuamente empeńada en concretar y definir la realidad, hasta el punto de ofrecerse como realidad en sí misma). Si el primer movimiento deja bien clara la abolición del espacio (es inútil mirar afuera), el segundo, consecuentemente, significa un paso de interiorización. Si no es útil mirar afuera, hay que mirar adentro (voz interior). Cada soldado llevaba una canción (una conciencia de sí mismo) y a través de ella podemos vislumbrar algo de su identidad. Esa conciencia está reflejada en la canción que uno de ellos, el más joven (el más puro) y taciturno (más concentrado en sí), por tanto, es una conciencia paradigmática. La canción Polvo molido... melancolía esconde las seńas de identidad de la conciencia de los emboscados. Sus versos pueden delatar lo siguiente:  

rayo encendido sobre mi alma inquietud la luna clara, sagrada noche sosiego, confianza lejana estrella de un solo día lo inalcanzable dulce tristeza, melancolía lo perdido

 

Si esto es así, los emboscados manifiestan una conciencia sometida a los contrarios, tensada en función de evidencias encontradas: inquietud/sosiego; lo inalcanzable/lo perdido. Por tanto, la búsqueda que llevan a cabo está impulsada por este juego dramático interior que busca una síntesis de paz y claridad. Aunque cada cual lleve su canción (su conciencia de sí) hay un estribillo común a todos que pone de manifiesto un "carácter" común: que mi justicia sea la de los fuertes / que mi fuerza sea la de los justos viene a revelar la "dignidad" y la "honestidad" de estos hombres misteriosos. Es decir, buscan algo en plena coherencia con su destino, no movidos por intereses egoístas.

El tercer movimiento, a mi juicio, viene a definir el "impulso profundo del ser". El galopar de unos caballos en el pecho es una imagen bellísima de ese impulso incontenible hacia lo esencial del propio destino. El emboscado no ha tenido más remedio que obedecer a ese extrańo poder interior que lo saca de sí mismo, arrebatadamente, en busca de sí mismo, y que tiene como primera consecuencia el desatarse de la ligadura del padre, símbolo evidente de la dependencia. Se vuelve a subrayar la honestidad del individuo (a través del estribillo repetido) que hace ver que esa búsqueda no es ningún capricho de juventud, y aparece el magnífico símbolo de la luz que siembra dudas, porque es una luz-revelación, que saca al hombre de su sitio antiguo de seguridades y lo lanza a la aventura de encontrarse a sí mismo en un territorio necesariamente desconocido y misterioso. El desarraigo que se produce con la despedida del padre se completa con las sucesivas imágenes del cuarto movimiento. Ahora aparece claramente que esa despedida es una despedida "global" con todo el mundo antes existente, es decir: con la madre y con la infancia-adolescencia. El cuarto movimiento, construido bellísimamente como una oración, viene a significar, según creo, la profunda soledad del que "sale" de la adolescencia y comienza a echar en falta las antiguas consistencias de la madre y los amores que tuvo. Es inevitable partir porque alguien me espera (tal vez yo mismo) aunque ni siquiera sea importante saber quién, sino lo que esa intuición produce en mi interior. La visión de la muerte -quintaesencia de la soledad- y el potente símbolo del pájaro solitario refuerzan esta idea de que, a partir de ahora, el emboscado sólo se tiene a sí mismo. Y contrapuesto a la idea de soledad radical aparece el símbolo de la plenitud buscada. Lo que se busca, lejos de las antiguas seguridades, es un lugar donde sea posible cumplir el destino, desterrar la mediocridad. Esto viene a significar el romance de la garza: se queja de que nunca le dejan gozar de la altura, de que no paran de asediarla. Es decir: la plenitud (que la dejen), o la muerte (que la maten), pero nunca conformarse con el término medio. Soledad/plenitud es la dialéctica poética de este cuarto movimiento. Pero creo que la dialéctica más importante es aquélla que se produce entre hombre-mujer. Por eso quizá, el quinto movimiento concede el protagonismo a la mujer planteando su experiencia, que también es una experiencia de soledad, pero de signo distinto. La mujer encarna lo concreto y lo real frente a lo misterioso o indefinido del hombre. Parece que la mujer no necesita salir de sí misma, quizá porque tiene una mayor conciencia de su propio destino. La mujer es más sabia que el hombre y tiene un sentido de su instalación en el mundo mucho más definido (quizá porque está emparentado con la naturaleza directamente gracias a su capacidad de gestar). Por eso si en el hombre se advierte la "sed de conocimiento", la mujer o las mujeres del poema parecen subrayar "la contemplación". La experiencia de soledad de la mujer queda, pues, definida en palabras de "vacío", de algo no completo; pero ella sabe perfectamente lo que le falta. Si el hombre necesita un "sueńo", la mujer ha sido capaz de concretar su sueńo (que se cumple en la "relación" de amor con el hombre). Por tanto, la soledad-real-vacío se configura en ella en contrarios bien definidos (memoria /deseo; alegría / tormento) , que manifiestan, sin más, la tensión de la espera. Este quinto movimiento cierra el primer ciclo del poema. Ya están planteadas las cuestiones fundamentales. El sexto movimiento supone el replanteamiento de las preguntas básicas del drama, que sirve de puente y prepara la "radicalización" efectuada en los últimos movimientos. El narrador explicita las preguntas implícitas, que se concentran en una: żqué quieren o qué buscan los emboscados? Las posibilidades de solución que se plantean advierten que lo que se va a producir no es exactamente un "desenlace" sino algo así como una radicalización, un entrar más adentro en la búsqueda de estos hombres. La cuestión más interesante es que estos soldados -o lo que sean- no aparecen como "emboscados ante los demás, sino como "emboscadas" ante sí mismos, es decir, un tanto ignorantes de su propia identidad, que es la que andan buscando. Por tanto, la pregunta no es ya "qué buscan", sino "quiénes son". żQuiénes son estos hombres que se buscan a sí mismos con una pasión más fuerte que el amor?. Yo diría que son los poetas, y que todo el canto está orientado a definir la propia experiencia poética: como decía Neruda, "no buscamos el misterio; somos el misterio". Y esa radicalización viene definida, en el séptimo movimiento, por dos elementos fundamentales que son esenciales en el poema y creo que suponen el mayor acierto poético del mismo: se consuma la despedida de los emboscados con las mujeres y aparece la dialéctica más honda: de un lado aparece por primera vez el concepto de Dios (como si el deseo de los hombres quedase subrayado en su misma complejidad misteriosa), y de otro aparece la desesperación de las mujeres que ahora, ya sin rodeos, se definen como Ofrealidad" ( "somos" la sal ... y el manantial. . . , la herida y el bálsamo). Por tanto, la dialéctica ya no es hombre-mujer, sino Dios-mujer. Dios como quintaesencia del deseo del hombre. La mujer como quintaesencia de lo real. No ha cambiado, por tanto, el planteamiento inicial del poema, pero se ha radicalizado poéticamente. Esta radicalización puede entenderse como un paso de la existencia a la esencia. El poema ha sufrido una cala en profundidad, en un territorio más hondo que al principio, aunque no nos hayamos movido del mismo sitio. Consumada, pues, la despedida esencial, el último movimiento es poéticamente el más trascendente y comprometido. No está sólo en juego la búsqueda de estos hombres misteriosos (el sentido de la búsqueda), sino la capacidad poética del autor para no manipular su propia obra y dejarla concluir según el impulso poético inicial. Lo que más me ha impresionado de la obra ha sido precisamente la resolución del drama, que potencia y densifica toda la historia narrada hasta el momento. Los emboscado, que se adentraron en el bosque (dentro de sí mismos) buscando el lugar mágico donde fundar su identidad plena, encuentran "oculto" y en el "centro" (imágenes muy místicas) el "templo". El templo, pues, aparece como la quintaesencia del bosque mismo, como lo más hondo de lo hondo, lo más oculto de lo oculto. Y que sea un templo (y no unas ruinas, o una ciudad, o cualquier otro símbolo) quiere decir, a mi entender, en perfecta coherencia con el resto del poema, que lo que descubren los emboscados es "lo sagrado". Y eso es así no sólo porque sea un templo lo que encuentran, sino porque está "inacabado" (inacabado como ellos mismos). 'El templo no terminado sintoniza exactamente con vuestro final no está escrito que le revela el poema un tanto cabalístico (en espiral) que encuentran escrito en la piedra (símbolo, además, de que está escrito así ti para siempre"). La imagen es bellísima. Por tanto lo que encuentran los emboscados no es exactamente el lugar que sońaban (como "lugar"), sino que su búsqueda "es sagrada" y "no tiene fin". Estas dos revelaciones proyectan sobre el interior de los hombres la idea de la trascendencia-eternidad de su propia historia. El camino interior realizado hasta encontrar ese núcleo-alma-casa de Dios-sí mismo, o como quiera llamársele, no concluye en estricto sentido, sino que adquiere a partir de ahora la dimensión definitiva: han descubierto que el impulso del ser (los caballos en el pecho) conduce a lo sagrado, y que lo sagrado no era, en si un lugar donde morar, sino el propio impulso del ser. Por eso, poner a salvo el tesoro de nuestros suefios significa seguir creyendo en el camino inagotable del ser, que a partir de ahora entra en un estado de mayor sosiego existencial justo por haber alcanzado una mayor conciencia de sí. Antes de que el canto se cierre con la vuelta a las preguntas esenciales que vuelve a lanzar la realidad-existencia encarnada en las mujeres, la estrofa Sueńo con el mar viene a revelar un imperativo de la conciencia que pretende encontrar, como diría Cerezo Galán, el ultrasentido de la existencia. "Sueńa con el mar" es la condición del conocimiento, la posibilidad de la comprensión. El mar es el lugar de la cita posible, el lugar -no físico- del encuentro, porque el mar simboliza la totalidad del misterio (de ellos y de ellas), desde cuya inmensidad pueden los seres heterogéneos superar sus paradojas y entenderse. Pero este recurso a la metafísica, inteligentemente colocado como penúltimo paisaje, no es concluyente. Porque, en rigor, nada ha cambiado en el plano de la existencia. El requerimiento a que "vuelvan" sigue siendo urgente, es la llamada imperiosa de la realidad; el mańana sigue sin conocerse... porque la asunción de la vida como misterio-sagrado convierte toda realidad en una aporía y no es posible definir de forma concluyente el grado de relación que va a establecerse con ella. Es evidente que todo lo dicho es una reducción del poema. Emboscados es mucho más. Pertenece a la gran poesía, y estoy convencido de que se irá enriqueciendo al paso del tiempo, con los sucesivos sentidos que le den los oyentes y con la propia experiencia en el escenario. Amancio Prada ha destapado el tarro de las esencias. Su único inconveniente es que le ha tocado un tiempo difícil, que prefiere traficar con bisutería a quedarse con la perla y venderlo todo. Pero esta "incongruencia" forma parte de los clásicos.

José Manuel Martín Portales

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