GLOSARIO

Glosario de Emboscados, por Juan Carlos Mestre

EMBOSCADOS

La voz de los emboscados es el eco de la melancolía en los bosques de la memoria. Eso dice el oráculo de los celtas en la región de la niebla; el bosque como santuario de piedra y agua, recinto sagrado donde el árbol de la sabiduría hunde sus raíces en la tierra y roza con sus ramas la bóveda del cielo. Bosque espiritual de los sentidos, rumor de las hojas que provocan con su murmullo la tormenta y la lluvia; iluminación aérea de las raíces del cielo: el relámpago; tronco de madera cuya figura de eternidad halla en la columna de mármol su definitiva sombra de estatua, la semejanza con la figura del hombre irradiante de símbolos. Pero bosque también de la obscuridad del pensamiento, del profundo río de agua que no desemboca: el inconsciente. Quien entra en el bosque atraviesa los territorios de la realidad para residir en el sueńo, en la matriz mistérica del origen, en el símbolo maternal de las fuentes de luz del universo. Entre el emboscado en la espesura, dice el oráculo, y halle su tesoro en la revelación.


 

LLEGARON AL GALOPE SOLDADOS

Piensa el emboscado en el ideal de la guerra como cuida el vigilante de la armonía la exactitud del orden de los astros. No la discordia entre las tribus, ni la hostilidad entre naciones. Piensa el emboscado en la destrucción del mal que esclaviza a los pueblos, en la paz que alimenta la justicia de los príncipes. La conquista del soldado no es otra que la de la paz del corazón, las líneas espirituales que traza el orden cósmico sobre los mapas de la conciencia del hombre. La guerra simbólica del caballero templario, la espada de luz del pensamiento de Buddha: "Nosotros combatimos por la virtud elevada, por el alto esfuerzo, por la sublime sabiduría. Nos llamamos también guerrero".

HIERRO EN LA MIRADA

Duro como la obstinación es el hierro de la razón en los justos. Inflexible como el rigor de los jueces ecuánimes. De hierro también la alta frente de los héroes y las puertas que guardan el arca de los mitos. De hierro los arados que roturan los campos y abren los surcos a las espigas de la abundancia; el cincel que talla sobre la piedra inerte la figura de los dignos; el cuchillo que reparte el pan de los solitarios. Hierro sobre el yunque de la persistencia junto al fuego de la utopía. Doble cara, también, de la moneda de hierro que acuńa la historia contradictoria del hombre: de la misma fragua la azada que cultiva y el arma que mata, el báculo del ángel que guía al paraíso y el cascabel satánico que anuncia la guerra. Doble mirada de hierro, la de aquel que mata y fulmina, la del emboscado que seduce en la contemplación y fascina en la transparencia.

 

 

SU CORAZON ERA DE ORO

Para el emboscado el centro del universo era su corazón. En esa plaza roja transcurre la vida, la voluntad, los milagros de la inteligencia. Todos los pensamientos vienen del corazón, y al corazón se dirigen todas las caravanas que cruzan la noche bajo las estrellas de la intuición y el destino. Dice el emboscado del Islam: el corazón del creyente es el trono de Dios; y el emboscado en el espíritu de Dios dice también: éste es el templo, aquí vive el rey y las tres personas distintas del verbo. Bajo la gran pirámide el corazón es un vaso de eternidad donde bebe el sol cada mańana. Sobre el altar de la pequeńa ermita de piedra el corazón es una copa con la sangre de Cristo. Vaso de vino del humilde hombre de la taberna, vaso de oro que tiembla en las manos del alquimista, a semejanza de los dioses en ambos su corazón está hecho de oro. El oro que no se oxida ni se mancha, el metal del que tiene que estar hecha la memoria, la hebra de los sueńos, la argolla de los amantes, el pararrayos de la melancolía y el otońo de las aldeas.

 

PREGUNTARON POR EL AGUA DE UN MANANTIAL EXTRAŃO

Se imagina el emboscado en el centro del paraíso, al pie del Arbol de la Vida donde brota el manantial del mito, la fuente donde curan sus llagas los heridos, donde mana el agua de la sabiduría y sacia el abatido su desconsuelo. Crecen aquí, alrededor de la profecía, las hojas medicinales que borran la mancha de la enfermedad, y aquí nace la armonía del canto de las aves, y aquí la cierva mística abreva en su frescura sin temor a la ballesta. Dicha y gracia sabe el emboscado que encontrará su tribu en esta fuente, como lo supo Odín, que prescindió de un ojo por beber en la de Mimir el agua del saber y vio lo que hasta entonces le había sido negado.

 

 

ESCOLTABAN UN TESORO

El tesoro del emboscado es el espíritu de la divinidad. Todos los caminos conducen a él, todos están llenos de seńales, de presagios y símbolos para guiar en su búsqueda al caminante, mas ninguno existe fuera de nosotros, sino que todos pasan por el bosque interior del propio espíritu. Nadie encuentra ese tesoro por azar, nadie halla el conocimiento como don gratuito. Conoce el emboscado la dificultad de las pruebas a las que lo somete el destino, el peligro de las cumbres de la inmortalidad, el secreto ardiente de quien escolta aquello que tal vez no exista pero que sin el que sin duda tampoco podría vivir.

żCUÁNDO ES MAŃANA?

Mańana la luz será aún más pura. Mańana, está escrito en el libro de los profetas, será el tiempo de la bondad en las esferas de paraíso divino, el tiempo de la justicia humana y las promesas anunciadas por el oráculo. La palabra mańana es la palabra del emboscado, como un talismán que en su boca, cuando la pronuncia, amanece.

 

 

EL AGUA QUE CORRE AL MAR

Nace el amor de los emboscados junto al agua de los manantiales, y su alegría nace allí también, y el júbilo de los matrimonios y el asombro de los nacimientos. Igual que el justo es semejante al árbol plantado a los bordes de las aguas que corren, así los ríos, como largos dedos de Dios sobre la tierra, fecundan los valles con la imaginación del paisaje y la fértil benevolencia de los dones silvestres. La vida del emboscado es la del agua que corre al mar, a él va, a ella, a la mar que es él, a la nube, a la lluvia y el rocío.

ALLÍ SE QUEDA LA SAL

Dice el emboscado, la sal es un fuego liberado de las aguas. La sal conserva mis alimentos en la travesía, corroe las maderas en la navegación. Sal hubo en mis labios en la despedida, y sal lloraron los ojos al verme
partir de la mujer hermosa. Esta es la sal del bautismo y la sal de la sabiduría, hay en mi espíritu una gota de sal de los océanos de Dios.

 

 

LOS ÁRBOLES SUPLICAN LA LLUVIA

El alma del emboscado busca a su Dios como el ciervo busca la presencia del agua viva. El alma del emboscado es un desierto seco y sediento orientado hacia el agua que espera la mirada, la lluvia de Dios. La lluvia es la semilla masculina que esparce la mano del cielo sobre los campos con hogueras de la noche. Al alba, al rocío de la gota primera, el agua es blanca como la caricia femenina que aguarda al emboscado. Pero hay también un agua que llora, el agua de la amargura de los emboscados, el agua que no es fértil de los que saben que no volverán a la casa del padre, el agua de los nómadas que se alejaron un día de los recintos fraternos.

Junto al sepulcro del emboscado el agua deja cada mańana una rosa mística de sal.

ERA UN CASTILLO DE ACERO SU PECHO

Dijo Dioniso Areopagita al emboscado: el pecho de los ángeles es la muralla inexpugnable a cuyo abrigo un corazón generoso esparce sus dones vivificantes. Y supo así el emboscado que el símbolo de su protección no era la armadura ni la espada, ni el escudo ni la fortaleza, sino la poderosa desnudez de su pecho desafiando a la tormenta.

 

 

Y UNA CARACOLA COLGABA DE SU CUELLO

Por la infinita espiral del laberinto de la caracola viaja el emboscado. Oye el sonido de la perla de nácar, cuelga una luna de agua en su cuello y se hace a la mar, al eterno viaje por el interior de si mismo.

 

PERO żQUIÉN RECONOCE UNA NUBE EN EL CIELO?

En la sombra de una nube reconoce el emboscado la sombra de su propio destino, la metamorfosis de su alma en lluvia y la fecundidad de su pensamiento más allá de la muerte. La nube que el emboscado reconoce en el cielo es la manifestación de la sabiduría de Alláh transformada en meteoro celeste. Lee el vidente un libro de nubes en perpetuo viaje y llueven sobre él las palabras de la profecía.

 

 

EL BRILLO DE SUS ESPADAS

Escribió el poeta: es vicio la virtud cuando es violenta, y eso recuerda al emboscado el brillo de su espada. El filo de su hierro es también el fiel de la balanza de la justicia. La espada del emboscado defiende la frontera del bien contra el maléfico espectro de la guerra, separa el derecho de los dignos de la soberbia ignorancia que destruye la paz, habla sin herir al culpable, sana con la razón que asiste la llaga de las víctimas. La guerra del emboscado es una guerra interior en la conquista por la armonía, la unión del agua y el fuego en el crisol de los filósofos. Noble es el hierro que libera a los pueblos y enciende con júbilo las bocas de la multitud que residía en el silencio; luminosa como el rayo que rompe la cadena de los esclavos. Jamás brillará la espada que sojuzga, sino la de doble filo que sale como una verdad de la boca del Verbo, la de madera que sostiene el khitab musulmán, la de la utopía que fulge como una fuente de fe y esperanza en la mano de quienes la empuńan. Vosotros, emboscados, que cruzáis la noche con la idea de la claridad y respondéis al nombre de los que portan una Cruz de Luz, símbolo de los cruzados.

TEMPLO

Yo soy la casa del padre, la cabańa donde guarda el pastor del cielo los astros y la sabiduría. Hacia aquí galopan los caballos dóciles que siguen el camino de las estrellas, hacia mí guía sus pasos el místico que ha convertido su alma en templo del Espíritu.

El vuelo de los pájaros, el trueno y el relámpago seńalaron el espacio de mi fundación, el lugar sagrado donde cada piedra será medida de un orden superior, confirmación de una más alta vida cada palabra aquí pronunciada. Yo tengo abiertas las puertas de la transparencia hacia el centro del ser, mis muros han sido levantados por la voluntad de todos los hombres, la de aquellos que saben que quien me construye se eleva, que quien habita mi imagen participa de mi semejanza.

Yo soy la casa del padre, la casa eterna del alma, el templo del emboscado al que regresa, pródigo, el huésped en la materia.

 

 

EN UNA ESPIRAL

Dice el oráculo: como el eterno sonido de la caracola a través del eco de los siete valles de Dios, así también el viaje del alma después de la muerte por los senderos de lo desconocido. Y esto que oye el emboscado, como una línea de palabras en la que existe el zarcillo de la vid y el logaritmo y el glifo de los celtas, es el báculo en el que se apoyan quienes vigilan la certeza de que serán conducidos, cuando el tiempo acabe, al centro del ser.

Crece la espiral desde la nada al todo, como el caracol y los astros de las galaxias hacia lo abierto extienden lo humilde y lo magnífico de su único misterio. Sabe el emboscado que aquello que él busca es una espiral que nace de su pecho, la fecundidad del amor bajo la luna, la brújula en el ojo de un caballo por los mares sin otra realidad ni fin que el movimiento.

Glosario e ilustraciones de Juan Carlos Mestre

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